sábado, 12 de marzo de 2011

El libro cerrado

francamente enamorado de una fragancia heliocentrista de coco, que le bañaba desde la punta de sus ocres cabellos, hasta las oscuras y anochecidas raíces, de las hendiduras de sus pies marcados por el invierno, hipnotizado por unos ojos suaves, delicados como las alas de los ángeles caídos unas pupilas de lince que me aprietan en la tarde socialista de las nubes color rosa, y una piel dersa vestida por el blanco de la luna y en los ocasos y solsticios de otoño tomaba un tono rojizo, el tono de un corazón enamorado de la escultura y firmeza de las rocas, maltratadas por las inmensas aguas del basto mar

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